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viernes, 10 de abril de 2020



PATA PALO

Mi mujer ya está un poco harta de que le pregunte a qué día estamos hoy, esta mañana es lo primero que he hecho al levantarnos, y me ha contestado: ¡vamos a ver, si ayer te dije varias veces que era jueves, cómo es posible que no caigas en la cuenta de que hoy tiene que ser viernes! Ah, claro, entonces hoy es Viernes de Dolores, ¿no? No hijo no, hoy es Viernes Santo, desde luego esto de estar encerrado té ha afectado muy seriamente la orientación temporal. Y es completamente cierto, no sé el día en el que vivo, me imagino que lo mismo le pasará a otras personas en estas circunstancias, los días se repiten iguales, y uno ha perdido aquellas referencias que le permiten saber con exactitud el punto exacto en el que se encuentra en la línea temporal por la que transitamos. Hoy por ejemplo, si no estuviéramos atravesando esta situación que hasta hace poco no hubiéramos sido capaces de imaginar, y si yo no estuviera de baja debido al ictus que sufrí en Junio pasado, me habría levantado contento, consciente de que era viernes, y los viernes se habían convertido para mi y para mis niños en días muy especiales. Nada más llegar y saludarnos, cantábamos con mucho entusiasmo nuestra coplilla o retahíla de los viernes, que decía así: “Hoy es viernes, hoy es viernes, mañana es sábado y no hay colegio, y al otro es domingo y no hay colegio, bieeeeeeen!!” Era un momento de mucha algarabía y júbilo, nos hacía sentir de otra forma, diferentes a como nos sentíamos otro día cualquiera de la semana. Después de este ritual de entrada, poníamos a todo trapo “Pata Palo” de Kiko Veneno, salíamos todos al corcho a bailar y a desmadrarnos un poquito, siempre dentro de un orden, claro. Puedo ahora mismo verles a todas ellas y ellos saltando, riendo, ejecutando los más alucinantes e imaginativos pasos de baile, pasándolo bien, sintiendo en lo más hondo de si mismos lo bueno que es a veces dar rienda suelta a los impulsos y los sentimientos. Por supuesto yo también saltaba y bailaba, y os juro que por momentos conseguía sentirme uno más entre ellos, y puedo deciros sin temor a equivocarme que no hay experiencia más gloriosa y reconfortante que esa.

2 comentarios:

  1. Las experiencias que un maestro o maestra vive y siente con sus alumnos en la clase son únicas y especiales. Lo sé bien después de 36 años teniéndolas día a día con ellos. ¡Ahora se les echa tanto de menos! Las calles parecen muertas sin las risas y los juegos de los niños. Dios quiera que esto pase pronto y no vuelva nunca más.
    Me ha alegrado mucho saber de tí después de tanto tiempo y espero que te repongas bien.
    Un abrazo, compañero

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    1. Enorme alegría verte de nuevo por aquí, llevas toda la razón Rita, ahora no pasa día en la que no acudan los recuerdos, los sentimientos y experiencias compartidos, tantas cosas que hemos vividos y nos han definido como maestros y maestras. Verdaderamente las ciudades y los pueblos sin niños son una imagen que difícilmente se puede soportar, ellos son lo más puro, inocente y alegre que tenemos. Estoy bien gracias a Dios, sin ellos, pero con mis recuerdos. Espero que tus familiares estéis bien. Un enorme abrazo compañera.

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