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jueves, 25 de septiembre de 2014

UNA BICHA EN MADRID



Después de una semana en Madrid, J. Antonio se reintegró a la clase el pasado lunes; lo primero que hice fue pedirle que nos contara algo de Madrid, pensando que una ciudad tan grande y distinta a nuestro pequeño pueblo habría causado en él alguna conmoción, impacto o sorpresa. Pero con toda tranquilidad, como si nada de lo novedoso y extraordinario que ha visto le hubiera sorprendido o afectado, se puso a contarme  los muchos y estupendos animales que había visto en el zoológico. Debo decir que J. Antonio es un niño absolutamente apasionado por los animales, sus juguetes son reproducciones de todo tipo de animales, juega siempre a representar animales, le encantan los cuentos de animales, a todos los imita y no tarda ni un segundo en meterse en la piel y el sentir de cualquiera de ellos. Pero no pude evitar sorprenderme ante el hecho de que ni siquiera la extraordinaria novedad que representa para un niño de pueblo visitar Madrid, le hubiera hecho mella, que siguiera instalado con firmeza en el gusto por jirafas y cebras y caballos y gatos y mantuviera esa infinita indiferencia por las enormes avenidas, el intenso tráfico y los enormes edificios.
Algo le dije en este sentido, tratando de ver hasta que punto nada que no fuera un animal o bicho le había interesado. Viendo que no se apartaba de su foco de interés preferente y casi único, le pregunté qué le habían parecido las calles de Madrid.
Y entonces me contó la historia, su gran aventura en estos días pasados en la capital de España: Yo iba por la calle, por la calle de Madrid y había mucha gente, pero yo vi una bicha, una bicha grande y me acerqué y pude cogerla porque no era... no era...no era...No encontraba la palabra y le ayudé. No era venenosa. Eso, eso, no era venenosa, era mansita, era una bicha mansita, la cogí y la tuve conmigo y se puso contenta, yo le gustaba y ella me gustaba también, era buena, era mansita.
Bendito J. Antonio, bienaventurados los mansos porque ellos heredarán la tierra, o al menos nunca se sentirán agobiados en Madrid.