La
merienda, lo estoy viendo estas últimas tardes, puede ser una muy
buena ocasión, un feliz evento que los padres podemos aprovechar
para pasar unos buenos momentos junto a nuestros hijos. Tenía yo a
la merienda algo olvidada y apartada y me parece muy necesario
recuperarla. Empiezas por proponer a tu hijo merendar juntos, le
apartas de la televisión o lo que sea que esté haciendo, te sientas
junto a él y el primer paso sería decidir juntos qué vais a
merendar. Hay infinitas posibilidades y sobre todo hay muchas
opciones divertidas, la merienda se presta maravillosamente a la
imaginación y creatividad de pequeños y mayores. Se pueden colar
sin muchos problemas en la merienda sorpresas muy cautivadoras y
rompedoras, chucherías -porqué no- de impacto innovador y
agradable, como esos sobres a los que llaman "fresquitos",
que contienen una piruleta que se impregna de un fabuloso polvo
ácido y efervescente con sabor a fresa que a mi particularmente me
encanta. También hay fresquitos de otros sabores, limón, manzana,
cocacola...Lo bueno de todo esto es que no descartamos de ninguna
manera incluir en la merienda rodajas de fuel con pan, bocadillos de
jamón y aceite, un buen trozo de queso acompañado de unas uvas,
fruta, roscos caseros, buñuelos, donuts, chorizo con pan, una
porción de chocolate y cualquier cosa buena y alimenticia que se nos
ocurra. Puede que los expertos nutricionistas digan que esto se sale
de los cánones y que es muy heterodoxo, pero ellos hablan desde su
visión de expertos y yo hablo como padre con ganas de pasar un buen
rato con mi hijo y de divertirnos juntos y si me apuran crear
experiencias que serán punto de partida para otras cosas.
Preparar
la merienda juntos puede y debe ser otra fuente de satisfacciones y
seguramente de risas y algún que otro estropicio que nos nos tiene
que sacar ni mucho menos, de quicio. En ningún caso merendaremos con
la tele puesta, y sí que deberíamos buscar un entorno informal y
agradable, una terraza soleada, un patio con macetas, la alfombra del
cuarto sobre la que juega nuestro hijo, la misma cocina que tiene más
magia de la que imaginamos.
Y
ahora creo necesario decirles que cuando yo estudiaba bachillerato se
me atravesaron de muy mala manera las matemáticas. Mis padres me
buscaron unas clases particulares por las tardes. Y he aquí que a
las cinco en punto me presentaba yo en el domicilio del señor
Cardosa, un profesor delgado y alto que nunca me había resultado
simpático, no por su carácter sino por la aridez de la materia que
profesaba. Pero ocurrió un milagro. Yo estaba en la habitación
destinada al estudio esperándole y él apareció con su merienda
sobre una bandeja, un bocadillo de mortadela italiana que desprendía
un aroma irresistible y una humeante taza de café. Aquella tarde,
las matemáticas, por obra y gracia de la merienda, se me hicieron
más amables y familiares, quizás me tranquilizó mucho comprobar
que los profesores de matemáticas también meriendan.
¡Cuánto tiempo hacía que no pasaba a verte! Reconozco que he estado demasiado liada estos últimos tiempos y he dejado los blogs un poco apartados, pero ahora que consigo abrir un huequito recuperaré el tiempo perdido.
ResponderEliminarPues si, la merienda es un momento delicioso para compartir con los hijos. Siempre que nos sentamos con la familia o los amigos alrededor de una mesa resultan momentos muy entrañables que se deben mantener y conservar siempre que se pueda. Un abrazo
Es cierto que nos falta tiempo para tantas cosas, sé por el contador que otra gente visita este humilde blog, pero eres tú la única que me comenta y eso tengo que agradecertelo mucho, la verdad es que tus comentarios me dan mucho aliento y me animan a seguir; ni yo mismo me visito, a veces descubro después de mucho tiempo un comentario tuyo, por suerte hoy he entrado para poner otra entrada que tenía ahí aparcada y he podido leer tu comentario, certero como siempre.
EliminarUn abrazo.