Con
especial cariño recuerdo los días en que tratábamos de entablar
conocimiento y amistad con la “eme”; todas las mañanas a vueltas
con la eme; la eme, presumida y vanidosa, tratando de enseñar a
bailar a las vocales, con cada una de ellas se disfraza de manera
diferente: con la “a” se viste de mamá, con la “u” de vaca y
dice “mu”, con la “e” se envalentona y llama “mema” a su
vecina “n”, pobre “n” siempre a rastras de la “m”, y qué
ingrata ésta haciéndole ver que sólo tiene dos patitas mientras
que ella tres; con la “i” se pone tierna y hace mimos a su primo,
con la “o” la muy tunanta asusta a los pequeños que no duermen
con su horripilante traje de “Momo”, ese espantoso monstruo al
que los niños que hoy somos adultos conocimos como “El Hombre del
Saco”.
Pero
el asombro general llegaba cuando yo les decía la película que iban
a poner aquella misma noche por televisión: “Agarraos fuerte que
lo escribo en la pizarra con espléndidas letras mayúsculas para
que todo el mundo lo entienda: MOMO Y LA MOMIA.”
¡Uhhh,
qué miedo la eme maestro!
Jajajaja. Divertida manera de presentar la "m". La verdad es que los maestros debemos echar mano de todas nuestras artes, las que tenemos y las que no tenemos para que nuestros niños aprendan jugando, porque esa el forma más natural de aprender. Un abrazo
ResponderEliminarLLevas razón, me gusta eso que dices "echar mano de todas nuestras armas", así es realmente, a veces es complicado averiguar cómo hemos llegado a inventarnos ciertas cosas, supongo que las cosas de los niños se nos pegan de alguna forma.
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