Se
puede decir sin faltar a la verdad, que Pablo y Gala se conocen desde
que nacieron; cuando él nació ella contaba siete meses, y a partir
de ahí comenzaron a forjar una relación construida sobre la
complicidad, la compenetración, la complementariedad y las
innumerables experiencias y momentos compartidos. Los dos nos han
dado numerosas pruebas de esta mágica complicidad que les une y
entrelaza sus almas de una forma que a sus mayores nos sorprende y
fascina. La última la tuve esta tarde, cuando la madre de Gala, mi
compañera y amiga Noelia, me contó que mientras su hija daba curso
a sus impulsos artísticos mediante pinturas, ceras, rotulas y otros
materiales (es muy creativa y artista, lo sé muy bien porque he sido
su maestro por dos años), le comentó que estaba mezclando los
colores tal como lo hacía el padre de su maestro Máximo; debo
explicar que hace unos días ella fue testigo de una conversación en
la que yo le relataba a mi compañera la fascinación que me causaba
ver a mi padre mezclar los colores sobre la paleta antes de llevarlos
al lienzo. Se ve que a ella también le fascinó esta escena que yo
contaba y esta tarde ha puesto en práctica ese antiguo placer que se
obtiene al mezclar colores y plasmar formas con absoluta libertad, un
placer del que ya disfrutaron los hombres primitivos, cuyos impulsos
espontáneos y sus explicaciones mágicas de los fenómenos naturales
tienen relación con la forma en que los niños entienden el mundo.
Gala
al mezclar colores apoyándose en el recuerdo de algo que escuchó y
la intrigó pone en funcionamiento mecanismos que empezaron a
forjarse en el alma de los hombres en el comienzo de los tiempos.
Pero
esta tarde no paró ahí la cosa, también dijo a Noelia que si la
madre de Pablo y yo no nos hubiéramos casado, de todas formas Pablo
y ella se hubieran conocido un verano en la playa de Conil, porque
habrían soñado el uno con el otro. Primero me tuve que reír con la
ocurrencia, pero luego reflexioné que lo que decía mi pequeña
Galiti, como la llamamos, era algo tan bello y puro que habría
dejado sin palabras a cualquiera de los ilustres e inmortales autores
del Romanticismo.
Se
lo dije a Pablo y él me dijo que Gala tenía unos sueños “medio
locos”. Así son ellos, cómplices y complementarios, ella tan
receptiva y activa, él tan fantasioso y soñador.
Los niños son asombrosos, tienen una manera tan diferente de deducir las cosas, que a mí me encanta escucharlos. Los adultos deberíamos tomar nota de ello, de sus razonamientos...son la mar de interesantes , y como tu dices, dejarían con la boca abierta a muchos cerebros ilustres. Que tengas un feliz día
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