Tres
nubes apretaditas, convergentes dos y otra acostada bajo ellas, un
poquito de sol asomando el hociquito entre las dos convergentes,
jugando con ellas al escondite dicen los niños. U, u, u, u, dice el
pequeño sol que apenas asoma. Lo dice quedo y con temor, como
queriendo concitar fantasmas, deseoso de convertirse en ocaso y
desaparecer, o en grulla rosada y desaparecer, o en fantasma burlón
que burla las nubes y va corriendo a merendar con los niños de la
sierra Norte. Mirando al Norte, eso es importante, sin perder el calor,
el preciado rescoldo, incubando y manteniendo la llama entre las
manitas cerradas, rojizas, a la caza siempre del juego o la promesa
Pero
mira que no es "u" lo que dice el sol, recapacitamos,
comentamos, reflexionamos. U diría un sol fantasma, uno de esos que
juega a asustar las nubes y a veces hasta sopla y sopla hasta
deshacerlas. Este nuestro sol de hoy juega al escondite,
bienintencionado y conciliador, es un sol que mira lúcido y sabio
hacia las vacaciones, hacia las playas amables del litoral de Cádiz,
hacia los refrescos de vino tinto con gaseosa y con grandes cubos de
hielo. A eso mi padre llama "tinto de verano" dice uno de
mis niños, el que ríe y ríe con risa contagiosa
Borramos por tanto esa fila de atemorizadas us que salen de la boquita
sonriente del sol y se deslizan ululantes sobre las barrigas
blanditas de las nubes. Le toca subir al estrado a la o, y oh
maravilla, en un santiamén, en menos de lo que se tarda en
pronunciarlas tenemos ahí arriba, brotando del cerebro soleado y
risueño del astro emergente una serie completa de os, o, o, o, o y
diecisiete veces o. Esta es la genuina forma en que el solito
semioculto jugaba al escondite con las nubes. Doy fe
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