Leo
con Pablo un cuento, uno de esos que le proporcionan en la escuela
para que lo traiga a casa y tras leerlo rellene unos datos en un
papel y haga un resumen y un dibujo; el cuento trata de un muchacho
muy pequeño que vive con su familia en un castillo, algo así como
una reencarnación de Pulgarcito. Se cuela por un boquete tras una
rata y acaba descubriendo la ciudad de las ratas; éstas le hacen
prisionero y le encierran en una sombría celda. Llega a sus oídos
la noticia de una carrera que se celebrará en breve. Pide al rey
participar y éste accede. Gana la carrera, cuyo primer premio es
reinar por un día y de esa forma gana también su libertad, pudiendo
regresar al castillo en el que reside su familia.
Yo
creo que el autor de éste cuento no se ha molestado mucho en
inventar una historia original, suponiendo que a estas alturas
alguien pueda inventar una historia no contada antes de una u otra
manera; creo que su héroe está basado evidentemente en la figura de
Pulgarcito y sigue el esquema de tantos y tantos cuentos infantiles,
un esquema simple pero efectivo y atrayente para la mentalidad de los
niños: el protagonista ya de entrada presenta un hándicap, en este
caso físico, y sufre por ello burlas y bromas de los que le rodean,
pero podemos intuir y finalmente comprobar que su grandeza de ánimo
y corazón le permitirán superar las pruebas a las que le somete el
destino, ganándose finalmente la admiración y el respeto de todos,
y aportando muchas veces la solución a un problema que no era sólo
suyo sino de toda su familia o de la comunidad en la que vive. El
héroe en este caso no es alto, fuerte y guapo, sino más bien
desfavorecido por una genética algo cruel. Hay quizás, ahora que lo
pienso, una tendencia a reivindicar los valores de los seres pequeños
de estatura en la literatura infantil, algo por otra parte nada
extraño si pensamos que va dirigida a gente menuda. Coinciden estos
seres pequeños en sus peripecias con otros seres grandes, altos,
fuertes, crueles y tontos, que inexorablemente serán burlados y
vencidos por los pequeños. ¿No serán estos grandotes torpes y
aguafiestas un claro reflejo de cómo ven muchos niños a los adultos
con los que conviven? Es muy posible, motivos desde luego no les
faltan.
Libros seleccionados de la lista de populares de aNobii
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Es posible que los niños nos vean como torpes y aguafiestas. Si de vez en cuando recuperáramos la mirada de un niño...¡Cuánto podrían cambiar las cosas!
ResponderEliminarHe leído tu comentario en Cuaderno de Colores. Si quieres participar en el "homenaje al maestro" del día 27, tienes que pasar por este otro blog que también es mío http://tejiendocuentos12.blogspot.com, y mandar a la dirección de correo que hay al margen tejiendocuentos12@gmail.com, el recuerdo que tu quieras de tu escuela o de algún maestro especial para tí, alguna anécdota...lo que te parezca bien. Con todo lo que mandéis haré un librito de recuerdo.
Un abrazo