Leí un artículo en la
prensa acerca de cómo estamos educando a nuestros hijos. Utilizaba
el autor dos ejemplos o figuras que venían a mostrar el nefasto
camino por el que nos adentramos o más bien les adentramos a ellos:
las piñatas de cumpleaños, con todos esos niños empujándose,
disputando, tironeando, peleando por alcanzar el botín, por agarrar
más golosinas que los demás.
Y también recurría para
mostrar hacia donde vamos al ejemplo del desaforado consumo que tiene
lugar en fechas navideñas. Así que nuestros niños y niñas están
asumiendo firme y continuadamente ese objetivo de “agarrar” y
“llevarse cosas” cuya imagen es la lucha sin cuartel bajo la
piñata, es decir, traducido a conceptos o valores obtener provecho
pasando por encima de los otros, competencia feroz y sálvese quien
pueda. Y además en relación al ejemplo del consumo navideño la
absurda inclinación a consumir, sea o no sea necesario, consumir
como única posibilidad de ser feliz y ser alguien.
Me consuela saber que mi
hijo obtiene tiene poco éxito en las piñatas, la verdad es que es
muy poco competitivo, aunque quizás tiene demasiadas cosas, más de
las que realmente necesita, y de eso somos culpables su madre y yo.
Espero que podamos poco a poco enseñarle que la verdadera felicidad
no está en tener muchas cosas sino en sacar mucho partido a las que
uno tenga: intensidad mejor que cantidad. Más o menos.
Te doy toda la razón. Vivimos en una sociedad totalmente materialista y competitiva, en la que las cualidades personales y peculiares de cada uno se tienen en muy poca estima ¡las piñatas? me recuerda a los animales cuando les echan de comer.Los caramelos que tiran en las cabalgatas, me parece vergonzoso.Hace tiempo que dejé de hacer concursos y competiciones en clase porque siempre se llevaban los premios los mismos y los otros pobres a los que no se les daba bien el dibujo o la escritura o las carreras o lo que fuera, se quedaban siempre con la boca abierta, habiendo otras cosas que sabían hacer bien o teniendo en su manera de actuar unos valores inmejorables. Tampoco a mí me gusta paraticipar en concursos, si te das cuenta todo está enfocado hacia lo mismo, a pisotear al más débil.
ResponderEliminar¡Cuánto tenemos que cambiar! Muchas veces pienso que los maestros estamos siempre andando contracorriente.
Un abrazo
Es una gran verad lo que dices, durante demasiado tiempo hemos utilizado los premios e incentivos en la escuela para motivar al alumnado, no digo yo que sea malo incentivar de alguna forma a los niños, pero hay que diseñar con mucho cuidado y tacto la forma de hacerlo para evitar que siempre los premios recaigan en los mismos, ahí tenemos mucho que trabajar los docentes,poner en juego nuestra imaginación y habilidades y sobre todos evitar que ni un solo niño pueda sentirse mal.
ResponderEliminarComo siempre tu comentario muy interesante y certero, me ha gustado.
Abrazos.