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martes, 13 de diciembre de 2011

UNA OCURRENCIA DE JESÚS




Ayer llegó a a clase un niño nuevo. Lo traía su abuela porque su mamá trabaja en Sevilla y no llega a casa de los abuelos hasta la tarde. Todo el rato en la fila se le veía muy formal y serio y callado, lo que en principio me llamó la atención, pero diez o quince minutos después de la entrada rompió a llorar, y lo hacía con una enorme carga de abatimiento, de hondo pesar, de inconsolable tristeza. Traté de animarle de muchas maneras, pero también consideré cómo podían se sus sentimientos en aquellos instantes: sólo en mitad de un grupo de niños y niñas a los que no conocía de nada, en un lugar que también le resultaba extraño, frente a un adulto del que no sabía lo que podía esperar, quizá aceptación y paciencia o tal vez fastidio y contrariedad. Los niños perciben lo que hay debajo de esa sonrisa que adoptamos o de las buenas palabras que empleamos: casi siempre prefieren algo de sinceridad.
¿Qué podemos hacer entre todos para que nuestro nuevo compañero deje de sufrir y se sienta mejor?, pregunté a toda la clase. Podemos decirle cómo nos llamamos y también que va a pasarlo muy bien con nosotros, propuso Jesús. Era sin duda una buena idea. Le animé a levantarse y uno por uno le fui presentando a todos los niños y niñas, que le decían su nombre, le daban una manita cálida, le dedicaban una hermosa sonrisa y también alguna palabra afectuosa. A esto los psicólogos llaman empatía, pero en realidad sólo fue una ocurrencia de Jesús.

1 comentario:

  1. Acabo de descubrir este precioso cuaderno-botácora de un maestro rural, y me ha atrapado. Le encuentro diferente, distinto, con un toque personal que me encanta porque a mí también me gusta mucho contar experiencias, compartir y aprender.Me quedo aquí, sin lugar a dudas, a seguir tus pasos, y te invito a que sigas los míos en CUADERNO DE COLORES.Ha sido un placer conocerte. Un afectuoso saludo

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