La bitácora es la caja que contiene la brújula que orienta a los navegantes. Con estas palabras inicié este blog hace ya algunos años. Ahora ya no estoy en activo, ya no voy al "cole" ni vivo el milagro de convertirme en niño. No obstante seguiré publicando aquí recuerdos de vivencias escolares y otras "historias" personales, probablemente producto también de mi vida como maestro, pues todo lo que eres se apoya de alguna manera en lo que fuiste.
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martes, 21 de abril de 2015
SAPO EN PELIGRO
A saber cómo un sapo gordo y feo, quizás incluso repugnante, acaba en un patio de recreo de niños de tres, cuatro y cinco años. En cualquier caso no es, ni mucho menos, lo mejor que le puede pasar a un sapo. Cuando le vi en el suelo, pegado al muro que nos separa de la calle, mantuve la respiración y me quedé quieto, Dios quiera que pase desapercibido y no lo vean, de lo contrario este bicho es bicho muerto, no llega al mediodía, eso seguro. Y no es que los niños sean crueles o alberguen la intención de liquidarlo, nada de eso, lo que pasa es que no controlan sus enormes ganas de jugar y experimentar, y eso no conviene para nada a los sapos despistados que aparecen una mañana, Dios sabe cómo, dentro del recinto de un colegio.
Con mucho disimulo traté de advertir a mis compañeras de vigilancia de patio de la presencia del intruso batracio. Pero fue inútil, los chiquillos parecen tener un instinto especial para percibir estas cosas. En un abrir y cerrar de ojos el sapo estaba completamente rodeado y amenazado por un montón de tiernos infantes. Milagrosamente pudimos mantenerlos a raya y evitar que agarraran al sapo y jugaran con él, lo que sin duda le hubiera resultado fatal. Finalmente pude empujarlo a un recogedor de basura y después de un intento fallido lanzarlo a la calle. Siempre nos quedará la duda de si el animalito salvó la vida o la perdió de todas formas aplastado por la rueda de algún coche. Pero todas las aventuras que merecen la pena ser vividas y contadas se alimentan de incertidumbres, jamás de certezas.
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